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domingo, 25 de julio de 2010

Parrillada, paso a paso

La parrillada de verduras es uno de los platos más sanos y ligeros que existen. Suele ser mi opción culinaria para aquellos días en los que decido “empezar a cuidarme”. Y es que la sensación que acompaña a la ingesta de una de estas parrilladas es la de una increíble inyección de vitaminas.

La verdad es que la elaboración de este plato no tiene secreto alguno. No obstante, siempre se puede ir un poco más allá de la simple colocación de las verduras sobre la plancha…

1. Lo primero que hay que hacer es seleccionar las verduras teniendo en cuenta gustos y temporadas. En mi caso, los ingredientes más recurridos suelen ser los champiñones, los esclata-sangs, los espárragos trigueros, los cogollos, los calabacines, el pimiento verde y la cebolleta.

2. Se empieza colocando sobre la plancha unos tomates enteros y unos dientes de ajos sin pelar. Cuando ambos están bien blanditos, se sacan de la plancha y

3. Se prepara un aliño de perejil picado, aceite y sal. Se colocan todas las verduras en un bol y sobre ellas se vierte el preparado, removiendo bien para que todo quede bien impregnado. En cuanto al modo de corte: champiñones y cebolleta por la mitda, cogollos a cuartos, esclata-sangs y espárragos enteros, pimientos a tiras y calabacines a lonchas.

4. Se colocan las verduras sobre la plancha y, controlando los diferentes tiempos de cocción, se van sacando las verduras a medida que están blandas y se reservan en el horno (a muy baja temperatura) para que mantengan el calor mientras se termina la cocción… Yo uso la plancha eléctrica porque me proporciona una superficie de trabajo mayor que la parrilla, reparte el calor de forma uniforme y, además, no necesita añadidos de aceite.

5. Se pelan los tomates y los ajos reservados y, con un tenedor, se chafan hasta conseguir una salsa. Salar y añadir un chorrito de aceite antes de verter la salsa sobre la verdura.

domingo, 18 de julio de 2010

Gazpacho, andaluz de pura cepa


En plena época estival, entre sombrillas, neveras y bricks de Alvalle, siempre llega el domingo en el que alguien reabre el debate sobre la fórmula mágica del gazpacho. Está claro que “cada maestrillo tiene su librillo” y que “sobre gustos no hay nada escrito”. No obstante, me gustaría dejar constancia del modus operandi de mis suegros, andaluces de pura cepa y titulares de la “verdadera receta del gazpacho”. Yo no sé a ciencia cierta si será la fórmula original (de hecho, me consta que la receta primigenia se hacía sin tomate). Lo que sí sé es que lo elaboran de manera muy sencilla pero con muuuuuuuuuuuuuuuuy buen resultado.

Nada de pepino, tomates de huerta y tomar muy frío, son las premisas básicas de esta receta. A partir de ahí lo único que hay que hacer es colocar sobre la base de un puchero media barra de pan duro (de uno o dos días) y, sobre ella, esparcir el resto de los ingredientes, es decir: los tomates cortados en cuartos (unos 8/10 para 5/8 personas, no es matemático), un pimiento verde italiano troceado y un diente de ajo (dos para los paladares osados).

Una vez tenemos los ingredientes preparados, regar generosamente con aceite, condimentar con dos o tres pellizcos de sal, aliñar con vinagre como si de una ensalada se tratase y triturar con batidora, 123 o sucedáneo. Para este último paso hay que ayudarse de un chorrito de agua pero no hay porqué preocuparse todavía mucho de la consistencia, pues ésta se podrá modificar al final añadiendo más o menos agua (o cubitos). Pero ¡ojo!, que si echamos mano del refranero popular – “Ni gazpacho añadido, ni mujer de otro marido–”, la cantidad de agua es lo único que se puede modificar a posteriori.

Ahora ya sólo queda pasar la mezcla por el chino, enfriar y disfrutar de un plato sabroso, nutritivo y que, además, apaga tanto el hambre como la sed.